PUBLICACIÓN DEL DIARIO ABC, ESPAÑOL.............
EDUCACIÓN
GEMA LENDOIRO
Día 09/11/2013 - 00.52h
Una experta explica a padres y profesores las
señales que da la víctima en silencio
ISABEL
PERMUY
Cada vez son más numerosas las noticias de padres
que han denunciado que a su hijo le acosan los compañeros de colegio. A veces
estas denuncias llegan demasiado tarde, cuando ya el menor está seriamente
perjudicado. No es una cuestión aislada, el acoso escolar existe y no es un
problema que haya que dejar pasar porque todavía algunos consideren que «es
cosa de niños». Las
Para conocer las claves de esta grave lacra Mirea
Long, profesora y especialista en asuntos pedagógicos, co-directora y
co-fundadora de la Pedagogía Blanca, ofrece una serie de consejos para que los
padres sepan detectarlo y cómo actuar.
—¿Qué se considera acoso?
El mayor problema que supone el acoso escolar es la
dificultad para detectarlo. Los adultos que rodean a la víctima pueden no darse
cuenta o minimizarlo. El acoso no es el que el niño reciba agresiones físicas.
Normalmente esto, que puede o no llegar a suceder, es la culminación de un proceso
de victimización muy complejo.
—¿Cuáles es el proceso de un acoso
típico?
Desde insultos o motes dañinos a
collegas o zancadillas
Comienza con agresiones e intimidaciones
que el agredido deja sin una respuesta adecuada y que hacen que los agresores
aumenten la intensidad del acoso. Puede comenzar con insultos,
motes dañinos, hablar mal del niño y volver a otros compañeros en su contra
sembrando rumores malintencionados sobre él. Además, las
amenazas para lograr que el niño haga algo que no desea, quitarle un objeto, la
misma merienda y hasta pedirle dinero son otras de las manifestaciones del
acoso escolar. El objetivo es hacerle sentir miedoa las agresiones,
a las burlas, a que se cuente algo negativo sobre él. También, el acoso escolar
se puede manifestar con agresión física:darle collejas o ponerle la
zancadilla, empujarle o robarle, esconderle o quitarle sus pertenencias.
—¿Cómo es el acoso psicológico?
Es la forma más sutil, pero igualmente daniña, de
la violencia escolar. A la víctima no se le deja participar en juegos o en
actividades sociales conjuntas, se le aisla, no se le habla y
se le ignora activamente. Lo tratan como un apestado y eso hace que, incluso
los que no participaban activamente en el acoso, también se alejen de él, por
mantenerse en el grupo, por contagio o por temer ser ellos mismos víctimas.
—¿Existe el acoso por cuestión de
raza o de sexo?
Hay acoso escolar con tintes sexistas
y racistas
Hay manifestaciones del acoso escolar que tienen
tintes racistas y sexistas como son los motes o comentarios despectivos sobre
la minoría étnica o cultural a la que pertenezca la víctima y, en el caso de
niñas especialmente, realizar acciones de contenido sexual que las incomoden
(como levantarles la falda, decirles groserías o colarse a mirarlas en el baño
o cuando se cambian en el vestuario). Especialmente terrible es el
acoso sexual a niños y adolescentes homosexuales o con un
comportamiento que no se considere la norma entre su género. A veces, el
detonante es simplemente que un niño no juegue a juegos de chicos, tenga
muñecas o se junte más con las niñas para que sea acosado por homosexual. En
los adolescentes, la sospecha de la homosexualidad o su constatación pueden
desencadenar una verdadera tortura en la que las agresiones verbales, físicas y
sexuales se mantengan durante años.
—¿Cómo distinguimos lo que no es
acoso?
Los niños se pelean a veces. No es
que debamos aceptar la agresividad como fórmula de relación, pero debemos
entender que no todas las peleas son signos de acoso escolar. Incluso puede que
se quieran hacer daño en medio de una pelea niños que habían sido amigos y que
pueden llegar a serlo de nuevo. Tampoco es que el más débil o el que pierde la
pelea esté siendo acosado, aunque sin duda hay que intervenir. Un
insulto, una burla, una pelea aislada no son tolerables, hay que actuar, pero
no son acoso.
—¿Cuál es entonces la principal
diferencia?
El acoso es una situación reiterada en el
tiempo, que se manifiesta en diferentes formas de maltrato, en el que
la víctima es o termina en una condición de inferioridad y en la que los
agresores se cebarán para mantener las acciones de hostigamiento.
Hay situaciones muy graves que tampoco debemos
considerar acoso. Son las que se refieren a actos delictivos como las
agresiones sexuales, el uso de armas, las amenazas de muerte o aquellas
agresiones que ponen en riesgo la integridad de la víctima o su vida. En esos
casos ya no hablamos de acoso, son delitos y, además de hablar con el centro
escolar, hay que denunciar.
—¿Cómo hay que actuar si sospechamos
que nuestro hijo u otro niño sufre acoso escolar?
Cuando observamos, y ya me refiero en cualquier
circunstancia, un abuso o un acto de violencia, puede que temamos actuar por
miedo a las consecuencias, a ser nosotros mismos las próximas víctimas. A los
niños les pasa lo mismo.
Pero no hacer nada es convertirnos en
cómplices y estaremos dando nuestra aprobación
al maltrato. Hoy denunciaríamos a un vecino que pega a su mujer, a unos padres
que agreden a sus hijos o actuaríamos si viéramos un delito, avisando a las
autoridades si no somos capaces de evitarlo directamente. Lo mismo pasa con el
acoso escolar.
Debemos enseñar a los hijos a ponerse
al lado de la víctima
Cuando el niño vea un comportamiento de acoso
escolar debe saber que no hay que ponerse del lado de los agresores, no
participando ni tampoco riéndoles la gracia. Más bien deben intentar acercarse
al niño que sufre y hablar con él, para que les explique cómo se siente y
pueden animarlo a pedir ayuda a sus padres o profesores directamente.
Pongamos un ejemplo muy típico: la niña gordita a
la que un par de compañeras le hacen comentarios humillantes. Si las otras tres
o cuatro amiguitas les recriminan su actitud y se acercan a la niña
despreciada, pueden hacer mucho para evitar que las burlas y el aislamiento se
enquisten la relación. Sin embargo, si perciben que no, la niña sigue siendo
acosada y la situación empeora, haciéndose el grupo acosador más fuerte, deben
saber que lo correcto es acudir a un adulto.
—¿Cómo tiene que actuar el centro
escolar ante un acoso?
Si la escuela reacciona positivamente el problema
puede solucionarse, pero también nos podemos encontrar con una negación
institucionalde la violencia si no hay graves signos externos, por lo que
el niño acosado vería negado su problema y sin salida posible.
Cuando nos enfrentamos a este problema hay que
trabajar contra comentarios que suelen incorporar frases como «es sólo un caso
aislado» o «si solamente ha sido una broma», o el más peligroso «son cosas de
niños».
Tampoco es aceptable que se pidan informes con
datos de daños clínicos en la víctima como criterio para diagnosticar la
existencia de un cuadro de acoso escolar, pues el acoso, por naturaleza, no es
solamente un problema de agresiones físicas, sino un cuadro mucho más complejo
y con un desarrollo en el tiempo que hay que parar cuanto antes.
—¿Cómo pueden evitar el acoso los
profesores?
Simplemente estando atentos a algunos
signos y entendiendo que este tipo de violencia es algo real, complejo
pero que con seguridad está sucediendo en su entorno. No son cosas de niños.
Empezando por ahí. Las peores formas de acoso escolar van a suceder cuando el
profesor no está presente directamente: en los baños, los patios, los pasillos,
vestuarios, salidas de clase y en el comedor. Sin embargo, siempre hay un
maestro cerca que puede detectar los signos.
Observando a los niños fuera de aula y su dinámica
de grupo, los niños que queden aislados, las pintadas en el
baño, los cambios de comportamiento o rendimiento escolar, los rumores que lleguen
a sus oídos, la forma en que se tratan, todo puede darnos señales.
Un niño que manifiesta tristeza, miedos
o dolores inexplicables, que falte a las actividades o descubramos que nunca es
invitado a fiestas o salidas podría tener un problema de violencia escolar.
Una señal es que el niño no quiera
participar en actividades en grupos que antes sí hacía
El que en clase se burlen de él habitualmente
o se rían cuando interviene, el que deje de participar activamente o se quede
sin compañeros en las actividades de grupo puede también estar siendo víctima
de acoso escolar.
Si aparece con golpes y da explicaciones vagas, siempre hay que
investigar qué sucede, pues, puede haber una situación de violencia, sea
escolar o en otros ámbitos.
La escasa o nula sociabilidad con los compañeros también son signos a los que hay
que atender. No se trata de los niños tímidos o de los que sean más exquisitos
a la hora de seleccionar sus amigos, pero sí de los que son apartados del grupo
o se autoexcluyen de todo.
Muchas veces simplemente hay que saber
mirar para ver. Los niños que son diferentes o se comportan de forma
diferente necesitan especial atención, pero sin dejar de observar a todos y
teniendo en cuenta que, si hay una situación de acoso, cuanto antes se
intervenga menores serán las secuelas y que, además de la víctima, los
observadores y los agresores también van a necesitar ayuda para reconducir su
comportamiento.
Consejos para actuar frente al acoso
—Si el acoso ya está establecido no enfrentarse
directamente al grupo de agresores. Lo que hay que hacer es hablar con
los propios padres, contándoles la situación o acudiendo a un profesor
de confianza y pidiendo al tutor que organice debates o tome las acciones
pertinentes para ayudar a la víctima.
—Si la situación es muy seria y la víctima está en
riesgo, el niño debe saber que tiene que acudir inmediatamente a un
adulto responsable. Muchos colegios tienen programas de actuación para
estos casos, pero es necesario avisar cuando se conocen para que puedan ponerse
en marcha. La responsabilidad es de todos.
—Enseñando a nuestros hijos que no es gracioso
burlarse de otros o dañarlos, les
ayudamos a tomar la actitud correcta ante los primeros síntomas.
—Eso no es chivarse, es actuar con justicia. El silencio es lo que
agrava el acoso. El niño debe saber que no estará solo y que los adultos van a
ayudarle y a creerlo, que puede acudir a ellos a contar lo que está pasando.
—La mayoría de los casos se resuelven si se habla
pronto de ello y nuestros hijos, conscientes de que no se debe tolerar el
maltrato, se convertirán ya no en cómplices activos o pasivos, ni en
observadores de la violencia, sino en el apoyo que el sistema necesita
para darle la vuelta al acoso escolar.
—El papel de los padres es fundamental para detectar el acoso,
estando atentos a los cambios en la conducta del niño y brindándole apoyo en
cuanto sufra algún tipo de acoso, nunca minimizándolo, ni diciéndole que se
haga más duro ni contándole que eso siempre ha pasado.
¿Cómo detectar el acoso?
—Estar atentos a los cambios en la
conducta del niño: Se muestra más irritable, violento o tiene rabietas.
—Presenta síntomas psicosomáticos como
dolores de estómago o de cabeza sin causa médica real.
—Se resiste a ir al colegio, tiene verdadero miedo a volver tras las vacaciones.
—Nunca quiere hablar sobre su vida escolar.
—Tiene un bajón repentino en su
rendimiento.
—No quiere ir a las excursiones.
—Han dejado de invitarlo a las fiestas de cumpleaños.
—Empieza a perder o a aparecer con
sus pertenencias escolares o personales rotas.
un texto recomendado sobre este tema:
Cyberbullying: Bullying in the Digital Age, Second Edition. Robin M. Kowalski,
Susan P. Limber,
and Patricia W. Agatston.
© 2012 Robin M.
Kowalski, Susan P. Limber, and Patricia W. Agatston.
Published 2012 by Blackwell Publishing Ltd.
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