domingo, 10 de noviembre de 2013

EL ACOSO ESCOLAR


PUBLICACIÓN DEL DIARIO ABC, ESPAÑOL.............
EDUCACIÓN
GEMA LENDOIRO
Día 09/11/2013 - 00.52h
Una experta explica a padres y profesores las señales que da la víctima en silencio

ISABEL PERMUY
Cada vez son más numerosas las noticias de padres que han denunciado que a su hijo le acosan los compañeros de colegio. A veces estas denuncias llegan demasiado tarde, cuando ya el menor está seriamente perjudicado. No es una cuestión aislada, el acoso escolar existe y no es un problema que haya que dejar pasar porque todavía algunos consideren que «es cosa de niños». Las
Para conocer las claves de esta grave lacra Mirea Long, profesora y especialista en asuntos pedagógicos, co-directora y co-fundadora de la Pedagogía Blanca, ofrece una serie de consejos para que los padres sepan detectarlo y cómo actuar.
—¿Qué se considera acoso?
El mayor problema que supone el acoso escolar es la dificultad para detectarlo. Los adultos que rodean a la víctima pueden no darse cuenta o minimizarlo. El acoso no es el que el niño reciba agresiones físicas. Normalmente esto, que puede o no llegar a suceder, es la culminación de un proceso de victimización muy complejo.
—¿Cuáles es el proceso de un acoso típico?
Desde insultos o motes dañinos a collegas o zancadillas
Comienza con agresiones e intimidaciones que el agredido deja sin una respuesta adecuada y que hacen que los agresores aumenten la intensidad del acoso. Puede comenzar con insultos, motes dañinos, hablar mal del niño y volver a otros compañeros en su contra sembrando rumores malintencionados sobre él. Además, las amenazas para lograr que el niño haga algo que no desea, quitarle un objeto, la misma merienda y hasta pedirle dinero son otras de las manifestaciones del acoso escolar. El objetivo es hacerle sentir miedoa las agresiones, a las burlas, a que se cuente algo negativo sobre él. También, el acoso escolar se puede manifestar con agresión física:darle collejas o ponerle la zancadilla, empujarle o robarle, esconderle o quitarle sus pertenencias.
—¿Cómo es el acoso psicológico?
Es la forma más sutil, pero igualmente daniña, de la violencia escolar. A la víctima no se le deja participar en juegos o en actividades sociales conjuntas, se le aisla, no se le habla y se le ignora activamente. Lo tratan como un apestado y eso hace que, incluso los que no participaban activamente en el acoso, también se alejen de él, por mantenerse en el grupo, por contagio o por temer ser ellos mismos víctimas.
—¿Existe el acoso por cuestión de raza o de sexo?
Hay acoso escolar con tintes sexistas y racistas
Hay manifestaciones del acoso escolar que tienen tintes racistas y sexistas como son los motes o comentarios despectivos sobre la minoría étnica o cultural a la que pertenezca la víctima y, en el caso de niñas especialmente, realizar acciones de contenido sexual que las incomoden (como levantarles la falda, decirles groserías o colarse a mirarlas en el baño o cuando se cambian en el vestuario). Especialmente terrible es el acoso sexual a niños y adolescentes homosexuales o con un comportamiento que no se considere la norma entre su género. A veces, el detonante es simplemente que un niño no juegue a juegos de chicos, tenga muñecas o se junte más con las niñas para que sea acosado por homosexual. En los adolescentes, la sospecha de la homosexualidad o su constatación pueden desencadenar una verdadera tortura en la que las agresiones verbales, físicas y sexuales se mantengan durante años.
—¿Cómo distinguimos lo que no es acoso?
Los niños se pelean a veces. No es que debamos aceptar la agresividad como fórmula de relación, pero debemos entender que no todas las peleas son signos de acoso escolar. Incluso puede que se quieran hacer daño en medio de una pelea niños que habían sido amigos y que pueden llegar a serlo de nuevo. Tampoco es que el más débil o el que pierde la pelea esté siendo acosado, aunque sin duda hay que intervenir. Un insulto, una burla, una pelea aislada no son tolerables, hay que actuar, pero no son acoso.
—¿Cuál es entonces la principal diferencia?
El acoso es una situación reiterada en el tiempo, que se manifiesta en diferentes formas de maltrato, en el que la víctima es o termina en una condición de inferioridad y en la que los agresores se cebarán para mantener las acciones de hostigamiento.
Hay situaciones muy graves que tampoco debemos considerar acoso. Son las que se refieren a actos delictivos como las agresiones sexuales, el uso de armas, las amenazas de muerte o aquellas agresiones que ponen en riesgo la integridad de la víctima o su vida. En esos casos ya no hablamos de acoso, son delitos y, además de hablar con el centro escolar, hay que denunciar.
—¿Cómo hay que actuar si sospechamos que nuestro hijo u otro niño sufre acoso escolar?
Cuando observamos, y ya me refiero en cualquier circunstancia, un abuso o un acto de violencia, puede que temamos actuar por miedo a las consecuencias, a ser nosotros mismos las próximas víctimas. A los niños les pasa lo mismo.
Pero no hacer nada es convertirnos en cómplices y estaremos dando nuestra aprobación al maltrato. Hoy denunciaríamos a un vecino que pega a su mujer, a unos padres que agreden a sus hijos o actuaríamos si viéramos un delito, avisando a las autoridades si no somos capaces de evitarlo directamente. Lo mismo pasa con el acoso escolar.
Debemos enseñar a los hijos a ponerse al lado de la víctima
Cuando el niño vea un comportamiento de acoso escolar debe saber que no hay que ponerse del lado de los agresores, no participando ni tampoco riéndoles la gracia. Más bien deben intentar acercarse al niño que sufre y hablar con él, para que les explique cómo se siente y pueden animarlo a pedir ayuda a sus padres o profesores directamente.
Pongamos un ejemplo muy típico: la niña gordita a la que un par de compañeras le hacen comentarios humillantes. Si las otras tres o cuatro amiguitas les recriminan su actitud y se acercan a la niña despreciada, pueden hacer mucho para evitar que las burlas y el aislamiento se enquisten la relación. Sin embargo, si perciben que no, la niña sigue siendo acosada y la situación empeora, haciéndose el grupo acosador más fuerte, deben saber que lo correcto es acudir a un adulto.
—¿Cómo tiene que actuar el centro escolar ante un acoso?
Si la escuela reacciona positivamente el problema puede solucionarse, pero también nos podemos encontrar con una negación institucionalde la violencia si no hay graves signos externos, por lo que el niño acosado vería negado su problema y sin salida posible.
Cuando nos enfrentamos a este problema hay que trabajar contra comentarios que suelen incorporar frases como «es sólo un caso aislado» o «si solamente ha sido una broma», o el más peligroso «son cosas de niños».
Tampoco es aceptable que se pidan informes con datos de daños clínicos en la víctima como criterio para diagnosticar la existencia de un cuadro de acoso escolar, pues el acoso, por naturaleza, no es solamente un problema de agresiones físicas, sino un cuadro mucho más complejo y con un desarrollo en el tiempo que hay que parar cuanto antes.
—¿Cómo pueden evitar el acoso los profesores?
Simplemente estando atentos a algunos signos y entendiendo que este tipo de violencia es algo real, complejo pero que con seguridad está sucediendo en su entorno. No son cosas de niños. Empezando por ahí. Las peores formas de acoso escolar van a suceder cuando el profesor no está presente directamente: en los baños, los patios, los pasillos, vestuarios, salidas de clase y en el comedor. Sin embargo, siempre hay un maestro cerca que puede detectar los signos.
Observando a los niños fuera de aula y su dinámica de grupo, los niños que queden aislados, las pintadas en el baño, los cambios de comportamiento o rendimiento escolar, los rumores que lleguen a sus oídos, la forma en que se tratan, todo puede darnos señales.
Un niño que manifiesta tristeza, miedos o dolores inexplicables, que falte a las actividades o descubramos que nunca es invitado a fiestas o salidas podría tener un problema de violencia escolar.
Una señal es que el niño no quiera participar en actividades en grupos que antes sí hacía
El que en clase se burlen de él habitualmente o se rían cuando interviene, el que deje de participar activamente o se quede sin compañeros en las actividades de grupo puede también estar siendo víctima de acoso escolar.
Si aparece con golpes y da explicaciones vagas, siempre hay que investigar qué sucede, pues, puede haber una situación de violencia, sea escolar o en otros ámbitos.
La escasa o nula sociabilidad con los compañeros también son signos a los que hay que atender. No se trata de los niños tímidos o de los que sean más exquisitos a la hora de seleccionar sus amigos, pero sí de los que son apartados del grupo o se autoexcluyen de todo.
Muchas veces simplemente hay que saber mirar para ver. Los niños que son diferentes o se comportan de forma diferente necesitan especial atención, pero sin dejar de observar a todos y teniendo en cuenta que, si hay una situación de acoso, cuanto antes se intervenga menores serán las secuelas y que, además de la víctima, los observadores y los agresores también van a necesitar ayuda para reconducir su comportamiento.
Consejos para actuar frente al acoso
—Si el acoso ya está establecido no enfrentarse directamente al grupo de agresores. Lo que hay que hacer es hablar con los propios padres, contándoles la situación o acudiendo a un profesor de confianza y pidiendo al tutor que organice debates o tome las acciones pertinentes para ayudar a la víctima.
—Si la situación es muy seria y la víctima está en riesgo, el niño debe saber que tiene que acudir inmediatamente a un adulto responsable. Muchos colegios tienen programas de actuación para estos casos, pero es necesario avisar cuando se conocen para que puedan ponerse en marcha. La responsabilidad es de todos.
—Enseñando a nuestros hijos que no es gracioso burlarse de otros o dañarlos, les ayudamos a tomar la actitud correcta ante los primeros síntomas.
—Eso no es chivarse, es actuar con justicia. El silencio es lo que agrava el acoso. El niño debe saber que no estará solo y que los adultos van a ayudarle y a creerlo, que puede acudir a ellos a contar lo que está pasando.
—La mayoría de los casos se resuelven si se habla pronto de ello y nuestros hijos, conscientes de que no se debe tolerar el maltrato, se convertirán ya no en cómplices activos o pasivos, ni en observadores de la violencia, sino en el apoyo que el sistema necesita para darle la vuelta al acoso escolar.
—El papel de los padres es fundamental para detectar el acoso, estando atentos a los cambios en la conducta del niño y brindándole apoyo en cuanto sufra algún tipo de acoso, nunca minimizándolo, ni diciéndole que se haga más duro ni contándole que eso siempre ha pasado.
¿Cómo detectar el acoso?
—Estar atentos a los cambios en la conducta del niño: Se muestra más irritable, violento o tiene rabietas.
—Presenta síntomas psicosomáticos como dolores de estómago o de cabeza sin causa médica real.
—Se resiste a ir al colegio, tiene verdadero miedo a volver tras las vacaciones.
—Nunca quiere hablar sobre su vida escolar.
—Tiene un bajón repentino en su rendimiento.
—No quiere ir a las excursiones.
—Han dejado de invitarlo a las fiestas de cumpleaños.
—Empieza a perder o a aparecer con sus pertenencias escolares o personales rotas.

un texto recomendado sobre este tema:
Cyberbullying: Bullying in the Digital Age, Second Edition. Robin M. Kowalski,
Susan P. Limber, and Patricia W. Agatston.
© 2012 Robin M. Kowalski, Susan P. Limber, and Patricia W. Agatston.
Published 2012 by Blackwell Publishing Ltd.

DESCARGA UNA MUESTRA DEL MISMO:





domingo, 12 de octubre de 2008

Casos de bullying en Colombia

ALGUNAS CIFRAS EN EL EJE CAFETERO

Pereira tiene un nivel de agresión media en los salones de clase. Esa fue una de las conclusiones del análisis que los investigadores Enrique Chaux, Andrés Molano y Paola Podlesky hicieron el año pasado de los datos que arrojó la prueba Saber realizada en 2005 por el Icfes.

En Risaralda municipios como La Celia, Marsella y Bélen de Umbría presentaron también un nivel de agresión medio. En Pueblo Rico, Mistrató, Balboa, Dosquebradas y La Virginia se calificó como alto y en Apía, Santa Rosa, Guática y Santuario el nivel es bajo, esto en víctimas de intimidación de grado noveno.

María Paula Chaparro Sabogal, psicóloga y coordinadora de evaluación del impacto del programa Aulas en Paz para la prevención de la agresividad y la promoción de las competencias ciudadanas, explicó que el análisis determinó que en el país el 22% de los estudiantes habían sido intimidados, el 21% ha intimidado a otros niños y el 53% ha presenciado casos de intimidación.

El análisis se hizo con base en la prueba aplicada a 53 mil 400 estudiantes de grados quinto y noveno a quienes dentro de la prueba que midió competencias emocionales y cognitivas se les incluyó un caso de intimidación para dar ejemplo al niño de lo que se estaba hablando y se les preguntó si lo había sentido, si lo había hecho o si lo había presenciado.

Los analistas encontraron que en el Eje Cafetero en general se presenta una intimidación moderada. 

La muestra final del estudio representa el 5% de la población estudiantil del país y se realizó en alrededor de mil colegios, que son el 4% del total de las instituciones educativas del país.

Aunque Pereira no está entre los niveles más altos de intimidación en el país, que se presentan en Amazonas, Chocó y Arauca, para Chaparro Sabogal son preocupantes porque es una situación delicada a la que los padres deben prestar atención pues es un fenómeno cada vez mayor en los colegios. “El hecho de que un niño intimidador se convierta en el futuro en un delincuente es una de las consecuencias que se puede dar a largo plazo, puede ser posible. Además las consecuencias de esto son muy complejas”, señaló la psicóloga. 
Tomado del Periodico la Tarde de Pereira, lunes 25 de Agosto de 2008

Tribuna. Por Rodrigo Guerrero 
Un programa “sursum corda” 
Julio 28 de 2007
TOMADO DEL PERIODICO EL  PAIS DE CALI

Laura –cambio su nombre para proteger su identidad-, una niña de apenas 11 años, desesperada con las burlas, la exclusión y las intimidaciones de sus compañeros de clase, intentó acabar con su vida en dos oportunidades. Llevaba perdidas todas las materias y su madre tuvo que retirarla del colegio antes de terminar el año. Hoy es una niña contenta, que figura entre las mejores alumnas de su clase.

Ella era víctima del abuso escolar (‘bullying’), que consiste en humillar a un compañero, exponerlo a actos de crueldad física y emocional de manera permanente por parte de uno o varios de sus pares.

El ‘bullying’ afecta ambos sexos y está presente a diario en todos los colegios de todos los estratos socioeconómicos en todo el mundo. Su frecuencia varía entre 60% en algunos países africanos y alrededor del 40% en Venezuela y Chile, según encuestas de la Organización Mundial de la Salud. En Seattle, sus verdugos persiguieron a una víctima por la internet, a pesar del cambio de colegio, hasta que finalmente ella se suicidó.

El abuso escolar es un foco perverso de crueldad en uno de los ambientes que más inciden en la formación de la personalidad. Además de sus efectos en las víctimas (somatización, depresión, fracaso escolar, desesperación que puede llevar al suicidio y frustración profesional), la tolerancia de esta conducta es un semillero de violencia social: 40% de los agresores que no se han corregido antes de terminar la secundaria han cometido algún delito grave antes de los 24 años y 60% han tenido al menos un problema con la ley, según el profesor noruego Dan Olweus.

Los colegios también se ven afectados con altas tasas de ausentismo, bajo rendimiento académico, indisciplina y falta de confianza en la autoridad.

Pero, ¿por qué Laura se salvó?

Porque a diferencia de la niña de Seattle, encontró cupo en uno de los colegios de la Arquidiócesis de Cali que iniciaron, hace dos años, un programa para prevenir el abuso escolar.

Con el apoyo de la Fundación Carvajal, la Corporación Corvecinos,y con la asesoría de una profesional experta en el tema, los rectores y docentes de quince colegios arquidiocesanos han aprendido a distinguir el abuso escolar de las peleas y conflictos de la vida diaria, a reprimirlos cuando ocurren, a sancionar a los agresores, a empoderar a las víctimas, a involucrar a los estudiantes pasivos en la creación de una cultura escolar antiabuso, a trabajar con los padres de los agresores para corregirlos y con los de las víctimas para fortalecerlos.

El primer paso para solucionar un problema es reconocerlo; por fortuna, ya en Colombia se empieza a mencionar este abuso aunque con diferentes nombres (matoneo, acoso, ‘bullying’, etc.). Falta, sin embargo, diferenciarlo del conflicto y darle un tratamiento especial que complementa –pero no sustituye- los programas igualmente necesarios de mediación, solución de conflictos y formación en valores.

Con recursos muy escasos, pero con una mística y una generosidad que los multiplica muchas veces, este puñado de docentes –de una manera sigilosa y sin ruido– ya tiene a 20.000 de los 35.000 alumnos que tiene la Arquidiócesis, amparados en ambientes escolares que no toleran el abuso, los 15.000 restantes los cubrirán el año entrante.

Soffy de Vega, en latín macarrónico, acostumbra decir “rabo inter pernorum”, en vez de “con la cola entre las piernas”. Es tal la discreción con que se adelanta esta maravillosa obra educativa, que Soffy diría que parece hecha “sursum corda”, o sea, “por debajo de cuerpo".

Puedes encontrar otra informacion sobre bullying o matoneo escolar en:

educolombia-edinsondiaz.blogspot.com